Algo nuevo...[Libre]

Mi segundo día en la tierra. No pensé que todo llegaría a ser tan confuso. Para mi no corría el tiempo…mas si que lo notaba todo como muy lento y denso. Intenté hablar con un par de jóvenes humanos y lo único que hicieron fue tratarme demasiado mal. Las chicas, por poco y se tornaban violentas conmigo. Las hormonas masculinas explotaban. Acaso yo era tan ingenua? Como pude haber venido aquí sabiendo lo destruido que estaba el planeta de mi creador? La raza humana no era la misma, y eso que les habíamos dado tantas oportunidades! Como podía hacer para cambiar esto? Como podía lograr que la Fe regresara y se dieran cuenta de el mal que estaban causando? Con tan solo pensar en ellos mis ojos se llenaban de lágrimas, permitiéndome llorar agua salada. Mmm…sabor salado? En el cielo no sentíamos el gusto. Esto era nuevo…

Necesitaba despejar mi cabeza, dejar de pensar por los demás y centrarme un solo momento en mí; Sino, terminaría por destruirme más de lo que lo estaba haciendo. Además, el hecho de no encontrar a mi protegido me frustraba. Si se me hacia demasiado tarde, notando las criaturas que rondaban el internado, quien sabe que podría pasarle. Me preocupaba muchísimo.
Por lo tanto, cerré mis ojos, intenté no recibir las llamadas del cielo y mantuve mi mente en blanco. Me dejé llevar por lo que mi alma, mi esencia, me decía. Un sonido llegó como un gran refusilo, resonando en toda mi cabeza. Luego, otro y así sucesivamente. Abrí los parpados…tenia que seguirlo.

Me condujo como lo hace un mapa hasta una gran habitación llena de luces y artefactos que me cegaban. No comprendía como lograban divertirse con estas cosas. Puras creaciones humanas. Mas Dios le había dado esa habilidad al hombre para poder descansar. Lo hizo a su imagen y semejanza, para comunicarse con él y para que siguiera con su tarea de creador. Lo desaprovecharon. El mundo estaba así por ello.
Cuando puse un pie en aquella sala, un aura me invadió de pies a cabeza, dándome tranquilidad y alegría. La reconocí al instante, por lo que mis labios se curvaron en una bella sonrisa angelical. Ahora entendía de donde provenía aquel sonido tan reconfortante, a pesar de que solo eran dedos traviesos golpeando las teclas de un piano. Cass no sabía tocar…Yo tampoco.
De momento a otro, estaba a su lado, apareciendo tal y como hacíamos los ángeles. La tomé por los hombros, incliné la cabeza para mirarla. –Buh!!- Musité, intentando asustarla aunque seguramente no lo haría. Sonreí ampliadamente; solo Dios sabe cuanto la había extrañado! Era como mi hermana, mi propia sangre, la única compañera que mi larga existencia me había dado. –No puedo creerlo! Jamás imaginé que estarías aquí Cass!- Los ojos se me pusieron vidriosos, y la abracé por los hombros, pero desde su espalda. Aunque lo que tocaba era horrible, quería seguir escuchándola. Para mí, era una melodía única…

Olía a lluvia...olía a cielo...olía a ángel. Al fin había encontrado a sus iguales, que lo esperaban...o eso creía.

Avancé por los pasillos, mirando a mi alrededor, buscando...hasta que lo encontré por fin.
Abrí las puertas. La luz que se proyectaba desde detrás de él dejaron ver el contorno de unas alas completamente desplegadas, grandiosas... Pero al avanzar y al desaparecer su contorno se vio perfectamente que estaba en su carcasa humana.

Vi a dos mujeres ángeles y enarqué una ceja. No eran parte de su ejercito si quiera, eran ángeles corrientes, el capricho de Dios por crear también ángeles femeninos...
Las miré a ambas, serio, sin decir nada.